Sobreviviendo entre mediocres

Un poco de todo; media docena de paranoia, dos litros de sarcasmo y cuarto y mitad de ironía cortada en lonchas finitas, que es pa'el niño.

miércoles, enero 17, 2007

Fontaneros Corporeision.

Hoy he recibido la visita del fontanero. Que te visite el fontanero es como si vieras un ovni en el desierto del Gobi: una experiencia cuasi-mística.

Los fontaneros siempre vienen de dos en dos, como la Guardia Civil de antaño. Siempre hay un fontanero que hace el papel de poli bueno que, o bien no dice ni mu, o bien te dice: "no se preocupe señora, en cinco minutos lo tenemos resuelto porque es una avería de nada", y el que va de poli malo, que no hace más que resoplar y negar con la cabeza, para al final decir: "qué va, qué va, aquí tenemos una buena, ufff, no sé yo esto cómo podremos..." .


Han llegado cuando aún no había amanecido. Muy educadamente se han limpiado los zapatos en el felpudo, que para eso está, pero para mi sorpresa, además de soltar una cantidad de tierra suficiente como para reforzar la muralla romana de León, la de Ávila y la China, el felpudo ha empezado a desintegrarse. No me preguntéis por qué, pero yo veía como esos tulipanes propios de Van Gogh que tengo, -tenía-, por felpudo, desaparecían hechos hilitos a cada pasada de los zapatones de los fontaneros.

Pasó en primer lugar el poli-fontanero malo. Cincuentón, bajito, con las piernas cambadas y cara de mala leche. Si no fuera porque era moreno, hubiera jurado que era Javier Clemente. Clavadito. Me vino un olor a azufre que me heló la sangre. Esto me pasa por ver el programa de Iker Jiménez, asocio indefectiblemente el azufre con el demonio. Pero no, el aroma era del sujeto en cuestión, que ya a las 8 de la mañana emanaba "Eau de Sobac" por cada poro.

Después entró el poli-fontanero bueno. En la veintena, alto, con cara de sueño, con un maletín más propio de un ejecutivo y bien peinadito. Creo recordar que no abrió la boca, porque para hablar ya estaba el veterano de la cuadrilla.

Les indiqué dónde estaba la avería. Por supuesto el único que asomó la cabeza por la pilastra donde estaban las tuberías fue el malote. Primero se quejó de que allí no se veía nada, y aunque subí la persiana hasta el punto de encajarla, encendí la lámpara de la mesita, los halógenos del techo, y una vela con olor a lilas que había encima de la tele, el tipo seguía diciendo que él allí no veía nada de nada. Le sugerí la idea de enfocar la zona con una linterna, y como si acabara de descubrir el radio, me miró sorprendido y le hizo un gesto al chico. Le faltó decir aquello de "secretario, reparte cartones, que vamos para bingo", porque comenzó entonces a requerirle todo tipo de material que el chico, diligentemente, le hacía llegar sin rechistar. Al final de la operación, el diagnóstico fatal: "Esta no es suya, señora, es de la comunidad, aquí no podemos hacer nada".

Resulta que el trabajo de los fontaneros se resume, a grandes rasgos, en saber diferenciar entre "Ts" comunitarias y "Ts" particulares. Si la "T" es comunitaria, el fontanero de tu seguro no la toca por nada del mundo, y si la "T" es particular, el fontanero de la comunidad te mira con desprecio mientras te suelta: "el problema es suyo, señora, yo esto ni mirarlo". Lo bueno es que las "Ts" deben ser como la belleza de Leticia Sabater: subjetiva donde las haya. Lo que para un fontanero es una "T" comunitaria de libro, para otro es una "T" particular como una casa de grande. Y ahí está el lío montado. Esta "T" de la que os hablo ya había sido diagnosticada como "T" particular, de ahí que vinieran Fontaneros Corporeision a arreglar el tinglado. Como claramente la postura de los dos fontaneros era irreconciliable monté en cólera y les dije que cómo era posible que no se pusieran de acuerdo con la "T" de marras, a lo que el fontanero veterano me pregunto: "¿no le parece que esta "T" es de la comunidad?, está claro, vamos".

Debiendo ver mi cara de alucinada el tipo le hizo un gesto al chico para que sacara algo del maletín, y éste sacó un aparato que mi incultura tecnológica no fue capaz de descifrar. Parecía una Blackberry, una Palm, un teléfono móvil de trochocienta generación... el caso es que tenía una pantalla más grande que mi propia televisión. No sé si marcó a la vieja usanza, no sé si marcó por voz, no sé si sacó un lápiz óptico, pero así, sin más ni más, el tipo grito: "yo aquí no meto mano, que lo veo muy difícil". ¡Hombre, le agradezco que me viera la cara de buena mujer! Y con las mismas chascó la lengua y dijo: "nos vamos, ya vendrán de la casa a mirárselo". Y ahí me quedé mirando a la "T", esperando algún tipo de revelación que me sacara de dudas.

Al día siguiente llegó el fontanero de la comunidad, éste iba por libre, sin compañía. Digo que era el fontanero porque él me lo dijo, porque por la pinta pensé que había salido de un combate de pressing catch, "El fontanero percutor". Miró la pilastra, le pegó un par de envites a la tubería y dijo: "tengo que reventarle la pared al vecino". No me había equivocado, el muchacho era un angelito. Tocó el timbre del vecino y salió el hombre herniao. Literalmente, pues estaba convaleciente de una operación de hernia. Mi madre trató de decirle al vecino lo que pasaba, pero antes de que hubiera abierto la boca el fontanero volvió a sentenciar: "le tengo que reventar la pared". Definitivamente le había llamado Dios por el camino del tacto y la delicadeza. El pobre vecino ni se resistió, "en tus radiales encomiendo mis tuberías" le faltó decir.

Volvió el fontanero a mi casa y se dispuso a encender la radial. El tío se debió perder 1º de chapucillas, porque es de cajón que lo primero que hay que hacer antes de encender cualquier artilugio mecánico es comprobar que está apagado. Pero no. En cuanto tomó contacto con el enchufe la radial, puesta boca abajo contra el parquet, se puso a dar más vueltas que la noria del Prater de Viena, de tal modo que comenzaron a saltar unas esquirlas del tamaño de una loncha de mortadela. El fontanero, al mismo tiempo que retiraba el enchufe, mencionó unos 40 santos del santoral a la vez que recordaba a toda su estirpe. Qué cuadro.

En la segunda ocasión que enchufó la radial atacó directo a la tubería y fue así como mi salita se convirtió en la Gala Final de Elección de la Fallera Mayor. Una fuente de chispas brotó de repente de la columna dañada y yo, atónita, asistí en primer plano como caían sobre la alfombra, el sofá, la tele... a la vez que mi casa, por el olor, se iba convirtiendo el un asadero de chotos. Faltaba Rita Barberá y un cartel que dijera "Espectáculos Ballester presenta...". Preferí no verlo, así que dejé al angelico trabajar a sus anchas.

A todo esto mi casa parecía el camarote de los hermanos Marx. Cada vez que trataba de cerrar la puerta aparecía alguien nuevo: un perito de la casa, un perito de la comunidad, el vecino convaleciente, el fontanero que iba y venía de una casa a otra, el del Círculo de Lectores, un vendedor de seguros y un señor de Albacete que venía de vista a casa de un familiar y se equivocó de piso. Mención aparte en los personajes que entraron en mi casa merece Macario, el conserje, pero dada su peculiaridad, hablaré de él en otro momento.

Sólo volví al escenario del crimen cuando el chico me dijo que ya había acabado. ¡Dos horas y me había colocado cuatro piezas de Lego en el lugar donde se encontraba la tubería estropeada! Sin necesidad de preguntarle me aclaró: "es lo que se pone ahora, si me firma aquí...".

Y después de 23 días la tubería quedó arreglada, aunque Macario dijo que él no podía dar la calefacción porque la caldera era de cobre fundido y podía reventar. Eso sí, Macario llamó a las 2 am de esa misma madrugada para preguntar si habíamos notado cómo se llenaban los radiadores. Debo de ser de cobre fundido, estoy que reviento.

sábado, noviembre 18, 2006

Los sentidos desbordados.

No creo en la felicidad absoluta. La felicidad plena es cosa de tontos, y no lo digo de un modo despectivo, si no entendiendo que solo las personas que sufren una cierta torpeza mental, por su incapacidad para entender que la vida esté llena de desilusiones, de inquietudes, de miedos,- que minan ese estado idílico -, pueden ser completamente felices. Dicho de otro modo, entiendo que la felicidad está hecha de pequeños momentos, momentos en los que los sentidos se desbordan.

Hace unos días me colmé de felicidad, sentí como cada uno de mis sentidos elevaba su nivel hasta el grado máximo y viví un momento feliz, uno de esos momentos que, inmediatamente, pasa al disco duro protegido por una contraseña especial que impide su borrado involuntario.

No había imagen, sonido, olor, sensación y sabor que superara a lo que en aquel momento veía, escuchaba, olía, sentía y saboreaba. De un lado el mar, ese insondable mundo acuático que me llama como si reclamara lo que es suyo. Del otro ella, concentrada en la carretera, susurrando una canción, ocupada en tomar mi mano. A lo lejos las olas rompiendo plácidamente sobre las rocas volcánicas, de cerca un duelo de violines firmado por Bach ( 2º movimiento del concierto para violines en Re Menor) que siempre logra elevarme. Por la ventanilla se colaba una mezcla de salitre y dunas, y de sus manos-cadena emanaba ese suave olor que la caracteriza, combinación de flores y frutas. En mis manos, la suya, la que quedaba libre con el volante, jugueteando con mis dedos, subiendo hasta mi boca, mordiéndola para convencerme, y convencerla, de que no era un sueño. En la boca el sabor del chocolate de la tarta que compartimos, y el de los besos que culminaron, a modo de postre, la comida.

No se puede pedir más, y no lo pido, solo que se repita de vez en cuando.

martes, octubre 17, 2006

Amarte.

Sí, por fin, me enamoré.

Muchas veces me había asaltado la duda: ¿sabré distinguir el verdadero amor de otros sentimientos más o menos intensos?

Desde un punto de vista conceptualista el DRAE lo deja claro:
- Amor. (Del
lat. amor, -ōris):
* Sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
* Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien o algo.
* Tendencia a la unión sexual.
* Apetito sexual de los animales.

Sufro cada una de esas acepciones; me atraes, me completas, me alegras, me das energía. Voy donde estés, me llevas, me arrastras, me elevas, me entrego y te entregas. Tiendo a unirme, a fundirme, a fusionarme, a juntarme, a acoplarme, a enlazarme, a apresarme, a incrustarme, a injertarme, a sentirme dentro. A veces es un apetito tan salvaje, tan desmedido, tan brutal, que tiene más de animal que de humano.

Desde un punto de vista fisiológico también padezco toda la sintomatología asociada a estos casos:
* Dilatación de pupilas cuando te veo.
* Taquicardia incontrolable cuando me tocas.
* Elevación del alma cuando me besas.
* Problemas respiratorios cuando te fundes conmigo.

A nivel conductual sigo fielmente las pautas del perfecto enamorado:
* Miro el reloj cada cuarto de hora y me pregunto qué estarás haciendo en esos momentos.
* Si te mando un sms, miro el móvil cada dos minutos esperando tu respuesta.
* Si has quedado en llamarme y tardas en hacerlo, descuelgo el teléfono cada cierto tiempo para comprobar que no me he quedado sin línea.
* Si un día me dices 6 veces que me quieres, y al día siguiente "solo" me lo dices 5, pienso que me quieres menos, y viceversa.

Mi vocabulario ha cambiado, se ha ampliado, dando cabida a conceptos de la familia de los azúcares: ojos de chocolate, boca de frambuesa, cariño, hermosura, piel de melocotón...

Físicamente soy otra. Los nervios se han apoderado de mi cuerpo y hacen y deshacen a su antojo, de tal manera que hay días que me apresan y me impiden probar bocado y otros que se agarran a mi estómago y me incapacitan para la digestión. Dicho de otro modo: voy perdiendo peso poco a poco, sin poder hacer nada para remediarlo. Curiosamente la gente que me ha visto después de un tiempo sin hacerlo no adivina a decir lo que tengo, pero todo el mundo coincide al decirme que estoy guapa. Dices, mi amor, que me han crecido los ojos, pero que no sabes si es que me han crecido de verdad, o si es el efecto óptico resultante de ver cómo el resto de mi cara va desapareciendo.

Mi memoria selectiva tiene menos trabajo que nunca: desecha cualquier tipo de información que no tenga que ver contigo. Mi mente hace jornadas intensivas. Me preguntas si pienso en ti, y tal vez la pregunta sería si en algún momento dejo de hacerlo. Tengo que hacer verdaderos esfuerzos para no tener tu nombre todo el día en la boca. No quiero ser pesada, no quiero restregar mi felicidad en la cara de nadie. En un mundo con tantos problemas resulta un poco vergonzoso pasear tanta dicha, pero sí, no puedo evitar ser feliz.

Añado canciones nuevas a la banda sonora que nos estamos construyendo, y cada nota me lleva hasta ti, me transporta a momentos vividos, me ayudar a recordar.

Me gustas cada vez más, disfruto cada vez más, nos conocemos y nos entendemos cada vez más, y sí, sé que estamos empezando algo importante.

Algo, que sin ninguna duda, es amor.

lunes, marzo 20, 2006

De aquellas Logses estos botellones.

Han puesto el grito en el cielo porque nuestros jóvenes, a diferencia de los franceses, sólo se echan a la calle para reivindicar su derecho a emborracharse, miccionar, quemar papeleras, contenedores, reventar escaparates y demás fechorías en plena vía pública. Porque que lo hicieran en su casa, a mí, personalmente, me importaría un pito. Es más, estoy deseando que una especie de maldición divina les haga controlar sus esfínteres en plena calle de tal manera que sólo pudieran dar rienda suelta en su casa, y así, nada más entrar, plantaran un pino como el de Rockefeller Center en pleno recibidor (hall que dicen los más finos) y dos pasos más allá, en pleno pasillo, soltaran una pota digna de record Guiness.

Se quejan los niñatos que las copas en los locales son caras, y esos mismo niñatos llevan un móvil de última generación, con vídeo incoporado para grabar sus salvajadas, que es lo más in, que no baja de los 200€. Visten zapatillas deportivas que pocas veces bajan de los 120€ y se van del lugar del botellón conduciendo coches que superan los 120 Cv.

Todos hemos pasado por la época en que se bebe, más o menos, como rito de socialización. La cultura lo impone. Vivimos en un país donde la cultura del "bebercio" está a la orden del día. Las mayores reuniones y fiestas de este país están "regadas" y bien regadas. Todo acto festivo requiere su colofón alcoholizado: ese brindis con champagne, cava catalán o sidra el gaitero, para que no se enfade nadie; esas reuniones de amigos en torno a unas cervezas; ese tapeo acompañado de unos vinitos al acabar la jornada laboral. En este país casi se bebe por ley orgánica, es el país de Europa con mayor número de bares por habitante, y eso, se mama desde bien pequeñito.

Por si fuera poco a esa cultura de la bebida como acto perfectamente normalizado se le une la generación de la Logse, donde rige la ley del mínimo esfuerzo, donde no sólo no se premia a los más trabajadores, sino que son objeto de la burla y el escarnio por parte de los más descerebrados. Siempre se ha tenido cierta tirria hacia el sabelotodo, hacia la marisabidilla que siempre llevaba los deberes hechos y levantaba la mano a cada pregunta, pero en mi época, la cosa no pasaba de una mirada de "odio" o como mucho un comentario malicioso por parte de la malvada de la clase. En ningún caso se le vejó, se le insultó y mucho menos se le puso la mano encima. Quizá, porque si eso hubiese ocurrido, los padres de la salvaje le hubieran puesto el culo como la sarten de un churrero, sin que por ello la niña sufriera traumas y problemas psicológicos. Ahora no se puede dar un azote a los niños, porque se trauman, y si se lo das a los 8 años al día siguiente el niño ha denunciado a sus padres ante la Oficina del Defensor del Menor, ¡manda webos!

Esos pequeños tiranos no tienen ninguna responsabilidad, y no la tienen a los 3, a los 5, a los 8, a los 12, a los 15 años... El niño a los 3 tiene la boca como un fraile, no hace más que pedir, y los padres, para no ser menos que el vecino y porque su niño no va a ser menos que nadie, tiene la réplica del coche de Fernando Alonso, la PSP y un Furby que cada día analiza el Ibex 35 y le aconseja cómo invertir la propina de la abuela. A los 5 no hay Dios que le haga hacer los deberes, porque él ya ha decidido que de mayor va a ser hacker para cargarse a la empresa que hace los Furbys y así reventar la Bolsa de Tokio. ... A los 12 el chaval llega con 8 suspensos, ¿pero hijo, cuántas asignaturas tienes? - 10 papá, he aprobado "Grandes borracheras de la Historia Universal" y "Si ves un inmigrante no le pegues...salvo que tengas móvil para grabarlo todo". Y pasa al siguiente curso.

Estoy generalizando sí, pero poco se puede esperar de quien no ha tenido jamás que hacer un esfuerzo por tener algo en su vida. Hay una generación de inútiles, que se les ha "educado" para la nada. Una generación cuya máxima expectativa es la llegada del fin de semana para volver a coger un pedo del quince y así "pasarlo bien". Como decía no sé quien: "no me gusta beber, porque me gusta estar consciente cuando me lo paso bien". Y es que está prohibida la palabra disciplina, porque suena a militar y eso da mucho yuyu. Ni responsabilidad ni disciplina, un caos.


Recogen los servicios de urgencias niños que no llegan a los 15 años rozando el coma etílico y cuando llegan sus padres les sueltan aquello de "¿quiénes son ustedes para llevarse a mi hijo?". A partir de ahora los padres que no quieran que sus hijos sean "molestados" por los servicios médicos o por los cuerpos de seguridad que le hagan un cartel a sus hijos "mis padres pasan de mí, no me molestes japuta" y allá penas, en vez de en camilla se lo harán llegar en una bolsa negra bien cerrada.

Esa es su cultura y esos son sus valores. Ahora resulta que es más delito fumarse un cigarrillo que dejar que tu hijo caiga medio muerto en medio de la calle con el hígado destrozado. Esto es lo que hay.

Bebamos, sigamos con la Logse y acabaremos recogiendo cadáveres por las calles.

domingo, enero 29, 2006

Misión imposible: ligar con el dentista.

Esta semana he ido al dentista. Prefiero ir al dentista que al peluquero. Tú al dentista le dices: "tengo una caries, necesito que me hagas una endodoncia" y a él no se le ocurre extraerte la muela del juicio ni ponerte carillas de porcelana hasta el píloro. Sin embargo, tú al peluquero le dices: "sólo quería cortarme las puntas" y va el muy joputa y te da un baño color calabaza, te entresaca el pelo de detrás de las orejas, te corta medio palmo y cuando te da la vuelta en la silla, estilo Lluvia de Estrellas pero cambiando el humo por la laca, encima te pregunta que si te gusta.

Mi dentista está muy bueno, pero hace tiempo que sé que lo nuestro es un amor imposible. Por muy jamonorra que estés y muy mona que vayas, al fin de cuentas, él te ve tirada en una camilla, tiesa como la mojama que si te caes estoy por apostar que rebotas en el suelo y vuelves el mismo lugar, con una lamparilla cegadora metida en el entrecejo, que si no tienes granos te salen de la insolación que te da la puñetera luz, y con el tío asomándose a la boca como si lo hiciera desde un balcón de la calle Sierpes en plena Semana Santa sevillana, que no sabes si va a echarte unas flores, o a cantar una saeta a ver si tiene buena acústica. Y claro, seamos sinceros, cuando alguien va al dentista es porque tiene la boca que parece los cantera de los Picapiedra. Salvo que seas una pija de rancio abolengo, lleves 200 gramos de silicona en cada morramen, lleves mechas rubias sobre mechas rubias y votes al PP, vas al dentista cuando tienes la boca como el Pozo del Tío Raimundo, o casi. Y así es imposible que surja el amor.

Pensemos en los puntos fuertes que podrían ser de su interés:

1-) Las tetas. Éstas quedan tapadas por un babero, que como su propio nombre indica lo más probable es que esté lleno de babas. Lo único que podría pasar es el que el tipo se percatase de que vas bien servida y se pasara media sesión apoyándose en ellas, con lo cual, además de no poder respirar por la boca, te estarían aplastando las costillas y te acabarías por poner morada, con lo poco que favorece ese color a la cara. Nada.

2-) El culo. No he visto todavía a ningún dentista que te coloque en posición decúbito prono, pero en todo caso pasaría lo mismo que en el punto 1-), ahogamiento asegurado. Nada.

3-) Las piernas. No le quedan al alcance de la vista, así que si te arriesgas a llevar una minifalda que parezca una chapata enredada en las piernas es posible que te meta el Cavitron-Jet
con una fresa del ocho por la nariz, y es un poco molesto. Nada.

4-) La boca. Ya puedes tener unos labios que parezcan dos morcillas de arroz de Burgos, unos dientes níveos y una sonrisa arrebatadora, que lo que él te está viendo es una muela que parece la entrada a una galería minera, que no sale grisú de puro milagro. Nada.

Está jodido el tema.

Hay un momento de soledad muy malo, el tío te pega el pinchazo de la anestesia y se va con su ayudante hasta que te haga efecto. Y allí te ves tú, contando las barras fluorescentes del techo, con el típico cosquilleo de la novocaina entrando en las venas, un cierto regustillo amargo y una cara de lela que no puedes con la vida. Cuando ya te estás quedando medio dormida con el hilo musical, aparece de nuevo y te dice: "¿cómo estás?", y entre que reaccionas y contestas con la boca dormida sólo alcanzas a balbucear: "bengggg", soltando en el intento medio litro de baba. ¡Cuánto glamour!

No sabía que en la boca me entraran tantas cosas. (Mentes perversas, haced penitencia por lo que estáis pensando ahora mismo) Conté 8 algodones, cuatro grapas premolares, un poco de masilla, una placa radiográfica, una fresa del tres de color amarillo, el tubillo de aspirar la baba (¿qué harán con ella?), tres dedos del dentista y dos míos. Empezó con las fresas esas que meten tanto ruido; esas no hacen nada, son como los pedos, los que suenan es que no huelen, las que suenan a martillo percutor no hacen daño. Eso de que el dentista esté bueno te hace estar salivando por partida doble; saltaban las perlas de baba que me obligaban a guiñar continuamente para esquivar las gotas, y el tío se debió pensar que quería algo, o que tenía 31, el caso es que gritó: "¡envido a chicas!" y de la misma emoción me pegó un chorretón de agua en todo el ojo que me dejó bizca. Sumando puntos.

La cosa iba bien hasta que dijo: "pásame el bisturí láser", pegué un respingo que casi toco con la nariz en el techo. El aparato no metía ruido, bueno sí, así como un pequeño silbido que mosqueba mucho. Y tenía razón, fue tocarme con eso y vi las estrellas, pero claro, a ver quién es el guapo que se queja teniendo la boca como la M-30, que sólo me faltaba una tuneladora. Así que lo más que pude decir fue un: "gggggggggggg" que él supo interpretar con maestría : "¿te he hecho daño, no?". (No guapo, tú sigue así, que a mí me gusta la astronomía, a ver si en el próximo toque veo Ganímedes)

Por si no estaba lo suficientemente mona , me puso una especie de bozal verde quirófano que prometió quitarme , - gracias por avisarme, ya me veía meando en los árboles -, con lo cual a esas alturas ya era una mezcla entre Hannibal Lecter, el loco de Viernes 13 y un dogo argentino. El momento pánico llegó cuando empezó a meter cemento y dijo que me iba a hacer una reconstrucción. ¡Ay, ay, ay, este tío es político y va a recalificarme la boca! Ya me veía con 4 chalets adosados en los piños, arrastrando 4 hipotecas de por vida y quejándome a los de Iberdrola porque no me metían la luz hasta el fondo, como la lámpara, que seguía quemándome los pelos del bigote.

Con todo y con eso me gustó el momento en el que me levanté medio apijotada, y si una ya va apijotada de serie, eso supone apijotada por completo, y el tío, todo majo, me dijo mientras se quitaba la mascarilla y sonreía: "muy bien Anitta, son 385 €"...


Y es que no sé que tiene que me tiene enamorada...

P.D : Hubiera querido enumerar las 7 estaciones, o los 7 milagros, o las 7 maravillas del mundo o como quiera que se llame eso que contaba "Ratatatata", pero ya me parece suficiente el testamento que os he dejado. Por cierto, me parece que ya podéis "postear" sin necesidad de estar
inscrit@s.

miércoles, diciembre 07, 2005

Intermitentes del proletariado.

Motor: 10 cilindros, 4.999 cm3, 507 CV, par motor de 520 Nm a 6.100 rpm, velocidad máxima de 250 Km/h (autolimitada electrónicamente), de 0 a 100 km/h en 4,6 segundos. Caja de cambios Sequential Manual Gearbox con sistema Drivelogic de 7 velocidades y 11 leyes de actuación (6 en manual y 5 en automático). Seguridad inteligente y la más avanzada tecnología: sistema antibloqueo de frenos ABS, discos de freno Compound perforados con anclaje radial para la pista de frenado, airbags frontales, laterales y de cabeza para las plazas delanteras y de cabeza para las plazas traseras, control de frenado en curva (CBC), control dinámico de la frenada (DBC) y control dinámico de estabilidad.

...................

Precio: 115. 300 €.

Motor biturbo de 450 CV. Seguridad: Discos de freno con ventilación interior con un diámero de 350 mm y un grosor de 34 mm; Airbag torácico integrado en el asiento (asientos delanteros) y un airbag craneal integrado en el marco de techo, cuya cobertura se extiende a ambas filas de asientos a lo largo de todo el marco de techo, así como al acristalamiento lateral desde los pilares A a los pilares C («airbag de cortina»).
Velocidad máxima:266 Km/h. 0-100 Km/h:5,6 seg.

.............

Precio: 113. 752 €.

Una lástima que con todas esas prestaciones y otras muchas se les haya olvidado incorporar los intermitentes. ¿Acaso alguien ha visto a uno de estos súper coches que supera con amplitud los diez kilos de toda la vida señalizando alguna maniobra?. Eso se debe claramente a la falta de intermitentes, elementos señalizadores en desuso que han quedado relegados a pequeños utilitarios y poco más. Los taxistas y autobuses urbanos, a pesar de ser más económicos tampoco los incorporan. Así que el resto de la humanidad, proletarios de a pie subidos en utilitarios y berlinas del segmento medio, nos queda adivinar hacia dónde va a girar el conductor situado en la élite. Conductor, que para estar prevenidos corresponde con las siguientes características: varón, raza blanca, 40-60 años, con moderado o severo sobrepeso y gafas Rayban modelo de 1987.

Atención especialmente en las carreteras con varios carriles donde estos coches se desplazan de un lado a otro con total libertad, permitiendo a los demás conductores aliviar la monotonía al volante jugando al "¿Qué hace este h.p?", donde el primero que adivine lo que quiere hacer el caballero tiene como premio acordarse de su madre (de la del caballero, no de la suya propia) con preferencia al resto de conductores.

Un punto álgido del juego lo encontramos en cruces y frenazos ya dentro de la circualción urbana. Aquí el conductor proletario ha de poner sus cinco sentido en marcha, frenazos sin avisar, invasiones del carril contrario por sorpresa, cambios de sentido por encima de las aceras, adelantamientos imposibles para el mismísimo Fernando Alonso, y todo ello ¡sin poner un solo intermitente!. La diversión esta asegurada con estos conductores.

Aunque pienso que por 30€ más...que tampoco van a ninguna parte...bien podrían incorporar los intermitentes de serie y nos ahorrábamos algún que otro topetazo y conste, que soy de las primeritas que me acuerdo de su progenitora, ¡tengo un dominio del juegooooo! ;-)

domingo, noviembre 27, 2005

Los que no están.

Siempre he oído que hay que tener miedo de los vivos, que no de los muertos, y me parece una afirmación muy razonable. Los muertos que siguen dando la matraca lo hacen por dos razones; 1º): Porque olvidaron comunicar algo a alguno de los suyos, con lo cual darán el mensaje y se quedarán tan tranquilos. Y 2º): Porque les has hecho la vida imposible y ahora vienen a devolverte la moneda. No creo que a nadie se le haya olvidado decirme nada, hablo mucho como se puede adivinar, y sería raro que a nadie se le hubiese pasado nada por alto. Así que en este sentido estoy tranquila. No he hecho la puñeta a mucha gente, pero haciendo memoria, a la gente a la que le haya podido tocar un poco las narices sigue vivita y coleando, así que nada, tampoco, resumiendo, no hay miedo que valga.

Quizás por todo ello hace días que comprendí que hay gente a la que le gusta pasear por los cementerios. A fin de cuentas son sitios tranquilos, sin niños gritando, ni pegando pelotazos, ni atropellándote con bicis y patinetes. No hay perros que vayan dejando rastro, ni dueños que vayan parsimoniosamente detrás de ellos, de esos que es el perro el que saca a pasear al dueño. (Algunos, dueños, deberian llevar bozal). Las avenidas son amplias y espaciosas, flores, cipreses, sauces y piedra completan el paisaje. ¿Por qué no pasear en un sitio así?.

Lo hice. Hace poco que lo hice. Paseé durante horas en un cementerio, mi cementerio, allí donde iré a parar. No había nadie, ya estaba cayendo la tarde, y a pesar de que no hacía frío, ya no eran horas para perderse por los caminos y veredas que lo cuadriculan. No tuve miedo, ninguno de los ruidos que pude escuchar me sobresaltaron. Dejaba arrastrar los pies por los caminos de piedras para tener siempre un rumor de fondo, el ruido más trágico en un cementerio es el más absoluto silencio.

Caminaba y se me iban viniendo a la cabeza toda esa gente que ha pasado por mi vida y que ya no está. El dato sería poco preocupante si la que suscribe estuviera inmersa en la llamada tercera o cuarta edad, pero cuando la menda lerenda apenas roza la treintena...cuando menos es triste.

Recordé a Laura, pasamos mil veranos juntas; era más lista, más guapa, más alta y más todo que yo, pero de los 7 pecados capitales creo que la envidia es lo único que no he desarrollado y me parecía una criatura encantadora. Sin duda había heredado el encanto de su madre, Candela, también desaparecida. Recuerdo su voz, levemente acentuada por el catalán, que cada verano me decía: "¡Qué aLLLta está !" y como en cada recodo de las calles que recorríamos pedaleando como posesas me decía: "VigiLLLa Anna, vigiLLLa".
..........

Ana, madre de una amiga. Todo el mundo sabía de su grave enfermedad, de su camino fatal en el que ya no había vuelta atrás y sus ojos estaban tan llenos de vida... Era una mujer hermosa, de sonrisa generosa y mirada arrebatadora. La vi 4 días antes... y me quedo con esa imagen.

.........

Meli y Gabi se fueron a un tiempo, madre e hijo juntos. Dicen que el dolor compartido es la mitad de dolor, y las alegrías compartidas el doble de alegrías, pero cuando el dolor es doble, por mucho que se comparta sigue siendo un dolor que se escapa de tu control. Estuve días derrotada. Meli, además de ser la hermana de mi mejor amiga, era una especie de confidente que con mirada picarona lograba sacarte todo tipo de información. La recuerdo riendo, a carcajada limpia, posiblemente se reía de nosotras, de lo pavas que se puede llegar a ser cuando se está en la edad ídem. Su hijo era un atleta, un deportista, un chino sano y fuerte, pero la carretera no entiende de plusmarcas.

.........

Y a ti, que a pesar de no haberte conocido eres el que más me pesas en el alma. A ti, que me vigilas, a ti con quien hablo, a ti que eres parte de mí como yo lo soy tuya, a ti que me lo diste y me lo sigues dando todo, a ti, por ser tú, por ser yo...

Y esa debe ser el único motivo por el que no me gusta pasear en Campo Santo, porque se me agolpan los recuerdos, se me encoge el alma y se me llena la vida de añoranzas.

P.D : Lamento que el tono de este post sea tan poco jocoso, pero es que de vez en cuando, me da hasta por hablar en serio.